jueves, 24 de marzo de 2016

Rol de servilleta

Un grupo de roleros en un bar, tomando unas cañas o lo que sea, y de repente hay ganas de jugar.

Ocurre a menudo. Y es igual de cierto que aunque lleves los dados encima, la mesa o la barra de un bar no es sitio para manuales de rol, que suelen ser voluminosos, o para fichas. Que sí, que sabemos que una ficha sin manchas de Clipper de fresa o de papas fritas no tiene alma, pero una cosa es que la ficha decida amablemente compartir la mesa de juego con las porquerías comestibles habituales, y otra es que las porquerías compartan la mesa con la ficha.

¿Y qué se hace? porque ganas de jugar, "haberlas, haylas".

Pues se improvisan las fichas en servilletas del propio bar. Por ejemplo, recuerdo una partida donde los personajes solamente tenían dos atributos en toda la ficha: Físicos y Mentales. Sumaban 100, y esa era toda la ficha. Bueno, en uno de ellos sumaban 80. Tenía además un 20 en magia. En fin, que todo consistía en sacar con los dados por debajo del número ese. Y con eso y las cañas, a cumplir la que quiera que fuera la misión (que no me acuerdo cuál era).

Otra vez, un grupo de personajes de las mil y una noches (incluyendo un hada moderna con un tutú rosa), en una taberna (en la taberna estábamos los jugadores, no los personajes, que deseaban algo de bebida en medio del desierto árabe) con servilletas igual de simples tratando de recoger una lámpara mágica.

Ya en el presente, estoy dirigiendo a través de Telegram una partida (La Madriguera) en la que los cinco miembros de un grupo de rock psicodélico se adentran en una curiosa mansión. Las fichas son tan simples que los jugadores ni las tienen.

¿Realmente hacen falta los millones de tablas de Rolemaster o los millones de dados de Vampiro para jugar a rol y divertirse?